Autor: Katherine Poueriet S. Profesor: Geovanny Vicente Romero
Sentimiento de conmiseración y lástima que se
tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias, es el concepto que la Real
Academia de la Lengua Española le aplica a la palabra “compasión”. Palabra que
al ser utilizada por quien escribe estas líneas, quizá sea mal aplicada, ya que
para tener compasión debe uno haber padecido personalmente la situación o el
hecho que genera dicho sentimiento respecto de otra persona. Y es que el
pasearse por las instalaciones de un recinto penitenciario no es suficiente
para comprender el calvario que viven quienes están consignados a pasar sus
noches y días dentro de las mismas paredes.
Pensar
que un lugar diseñado para ochocientas nueve personas, hasta hace unos dos años
acogía más del 375 % de su capacidad, es decir aproximadamente cuatro veces más, te hace dudar de una buena calidad de vida
allí dentro. Es cierto que ésta no es la realidad que se vive hoy día en la
cárcel de Najayo Hombres, pero no está muy lejos de serlo. Son más de mil ochocientas
vidas las que están confinadas dentro de esta prisión.
Damos
gracias a Dios porque el desarrollo en el pensar respecto a las penas en
nuestra sociedad, ha evolucionado de manera positiva, y porque no ha sido
influenciada por potencias que aplican la pena de muerte, sino que se persiguen
las garantías mínimas del interno, las cuales son un eslabón sin el cual no se
podría cumplir con el fin mismo de las penas, rehabilitar al interno y
reinsertarlo en la sociedad.
Es preciso
destacar lo anterior porque en el viaje académico promovido por la materia de
Derecho Penitenciario de la Escuela de Derecho de la Universidad Central del
Este, que se realizara el pasado martes veintidós del año en curso, la
experiencia vivida nos permitió entrar a un cuento de hadas para terminar en el
infierno mismo.
Najayo Mujeres o
CCR II, ofrece un sentir de orgullo sano, en el respecto de que todos esos
cimientes que se nos inculcan en el aula de clases, todas las leyes y
convenciones, y todas las aspiraciones que se tienen en materia penitenciaria
se ven reflejadas en un nuevo sistema, de tal modo que de labios de una compañera
fueron pronunciadas las siguientes palabras: “Pues estar presa no es tan malo”.
Organización, acceso a la educación, actividades extracurriculares, recreación,
entre otros, se ven reflejados en el nuevo sistema. Por otro lado tenemos a
Najayo Hombres, que sin lugar a dudas, a muchos nos exaltó el corazón y no de alegría.
EN LA BOCA DEL
DIABLO
A diferencia de
cuando entramos en la prisión de las mujeres, en el lado de los hombres no se
nos pidió que las hembras fuésemos detrás de los varones, sino que estábamos
organizados en dos filas sin distinción de sexo. Astutamente decidí que si mi
pareja era varón eso me facilitaría las cosas, así que me ceñí del hombro de mi
pareja y caminé según la fila iba avanzando. No hizo falta que transcurriesen
pocos segundos cuando de repente vi a un hombre, que según mi percepción era un
interno, sacar del bolsillo izquierdo de su pantalón un “bollo” de dinero y
escurridizamente pasarlo entre las rejas de una celda a otro interno; sin poder
prestar mucha atención al incidente tuve que seguir avanzando por los pasillos
del aquel lugar, mientras susurraba que no era para nada necesario entrar tan
profundamente en el mismo. Los pasillos se encontraban notoriamente hacinados por
internos, que al mirar a las jovencitas murmuraban entre sí con rostros de
lujuria. Finalmente, y desafortunadamente, llegamos al fin que nos tenía
preparado el sub director del recinto, Desiderio Álvarez Arias, según él un
pabellón, según yo una pequeña habitación compuesta por cubículos como los que
se usan para los ataúdes, los cuales eran el espacio de cada uno de los
internos que componían el nombrado “pabellón”.
Los muchachos socializaron con algunos de ellos, preguntándoles sobre su
experiencia y el trato que recibían, uno de ellos resultó ser el líder de
ellos, como su presidente. La verdad es que no podía prestar atención a las
preguntas porque estaba ocupada observando el lugar y lo que hacían los demás
internos, como por ejemplo, el ciudadano que con una Gillette en mano le
retocaba la barba a otro.
Importante es
destacar que Najayo Hombres experimenta un proceso de adaptación al nuevo
modelo y por lo tanto se nos mostró las dos realidades. Que, dicho sea de paso,
al entrar al espacio destinado al nuevo modelo, me sentí como en zona de
seguridad.
EL INTERNO
En su obra, “De
los delitos y de las penas”, Cesar Bonesana, Márquez de Beccaria expresó lo que
a la línea sigue: “Fue, pues, la
necesidad quien obligó a los hombres para ceder parte de su libertad propia: y
es cierto que cada uno no quiere poner en el depósito público sino la porción
más pequeña que sea posible, aquella sólo que baste a mover los hombres para
que le defiendan. El agregado de todas estas pequeñas porciones de libertad
posibles forma el derecho de castigar: todo lo demás es abuso, y no justicia;
es hecho, no derecho”.
Es lastimero que a
pesar de que la prisión preventiva vendría a ser la última opción al imponer
una medida de coerción y que esta solo se aplicaría cuando exista marcadamente
el peligro de fuga, más del 60 % de la población carcelaria en Najayo Hombres
es preventiva, y en Najayo Mujeres de unas 287 internas sólo 71 han sido condenadas.
Sea en un nuevo
modelo o no, la vida de una persona cambia al pasar por la puerta de la
prisión, la de sus familiares cambia, su mundo circundante cambia, su estatuto
de libertad es vulnerado.
Ojalá que algún
día dichas cifras muestren un resultado más positivo y que verdaderamente los
que estén allí internos sea por la razón de que fueron condenados mediante un
sentencia con el carácter de la cosa
irrevocablemente juzgada.
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