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domingo, 7 de septiembre de 2014

DE CARA CON EL HOMBRE

Autor: Katherine Poueriet S.                                                      Profesor: Geovanny Vicente Romero



Sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias, es el concepto que la Real Academia de la Lengua Española le aplica a la palabra “compasión”. Palabra que al ser utilizada por quien escribe estas líneas, quizá sea mal aplicada, ya que para tener compasión debe uno haber padecido personalmente la situación o el hecho que genera dicho sentimiento respecto de otra persona. Y es que el pasearse por las instalaciones de un recinto penitenciario no es suficiente para comprender el calvario que viven quienes están consignados a pasar sus noches y días dentro de las mismas paredes.
            Pensar que un lugar diseñado para ochocientas nueve personas, hasta hace unos dos años acogía más del 375 % de su capacidad, es decir aproximadamente cuatro veces  más, te hace dudar de una buena calidad de vida allí dentro. Es cierto que ésta no es la realidad que se vive hoy día en la cárcel de Najayo Hombres, pero no está muy lejos de serlo. Son más de mil ochocientas vidas las que están confinadas dentro de esta prisión.
            Damos gracias a Dios porque el desarrollo en el pensar respecto a las penas en nuestra sociedad, ha evolucionado de manera positiva, y porque no ha sido influenciada por potencias que aplican la pena de muerte, sino que se persiguen las garantías mínimas del interno, las cuales son un eslabón sin el cual no se podría cumplir con el fin mismo de las penas, rehabilitar al interno y reinsertarlo en la sociedad.
Es preciso destacar lo anterior porque en el viaje académico promovido por la materia de Derecho Penitenciario de la Escuela de Derecho de la Universidad Central del Este, que se realizara el pasado martes veintidós del año en curso, la experiencia vivida nos permitió entrar a un cuento de hadas para terminar en el infierno mismo.
Najayo Mujeres o CCR II, ofrece un sentir de orgullo sano, en el respecto de que todos esos cimientes que se nos inculcan en el aula de clases, todas las leyes y convenciones, y todas las aspiraciones que se tienen en materia penitenciaria se ven reflejadas en un nuevo sistema, de tal modo que de labios de una compañera fueron pronunciadas las siguientes palabras: “Pues estar presa no es tan malo”. Organización, acceso a la educación, actividades extracurriculares, recreación, entre otros, se ven reflejados en el nuevo sistema. Por otro lado tenemos a Najayo Hombres, que sin lugar a dudas, a muchos nos exaltó el corazón y no de alegría.
EN LA BOCA DEL DIABLO
A diferencia de cuando entramos en la prisión de las mujeres, en el lado de los hombres no se nos pidió que las hembras fuésemos detrás de los varones, sino que estábamos organizados en dos filas sin distinción de sexo. Astutamente decidí que si mi pareja era varón eso me facilitaría las cosas, así que me ceñí del hombro de mi pareja y caminé según la fila iba avanzando. No hizo falta que transcurriesen pocos segundos cuando de repente vi a un hombre, que según mi percepción era un interno, sacar del bolsillo izquierdo de su pantalón un “bollo” de dinero y escurridizamente pasarlo entre las rejas de una celda a otro interno; sin poder prestar mucha atención al incidente tuve que seguir avanzando por los pasillos del aquel lugar, mientras susurraba que no era para nada necesario entrar tan profundamente en el mismo. Los pasillos se encontraban notoriamente hacinados por internos, que al mirar a las jovencitas murmuraban entre sí con rostros de lujuria. Finalmente, y desafortunadamente, llegamos al fin que nos tenía preparado el sub director del recinto, Desiderio Álvarez Arias, según él un pabellón, según yo una pequeña habitación compuesta por cubículos como los que se usan para los ataúdes, los cuales eran el espacio de cada uno de los internos que componían el nombrado “pabellón”.  Los muchachos socializaron con algunos de ellos, preguntándoles sobre su experiencia y el trato que recibían, uno de ellos resultó ser el líder de ellos, como su presidente. La verdad es que no podía prestar atención a las preguntas porque estaba ocupada observando el lugar y lo que hacían los demás internos, como por ejemplo, el ciudadano que con una Gillette en mano le retocaba la barba a otro.
Importante es destacar que Najayo Hombres experimenta un proceso de adaptación al nuevo modelo y por lo tanto se nos mostró las dos realidades. Que, dicho sea de paso, al entrar al espacio destinado al nuevo modelo, me sentí como en zona de seguridad.

EL INTERNO
En su obra, “De los delitos y de las penas”, Cesar Bonesana, Márquez de Beccaria expresó lo que a la línea sigue: “Fue, pues, la necesidad quien obligó a los hombres para ceder parte de su libertad propia: y es cierto que cada uno no quiere poner en el depósito público sino la porción más pequeña que sea posible, aquella sólo que baste a mover los hombres para que le defiendan. El agregado de todas estas pequeñas porciones de libertad posibles forma el derecho de castigar: todo lo demás es abuso, y no justicia; es hecho, no derecho”.
Es lastimero que a pesar de que la prisión preventiva vendría a ser la última opción al imponer una medida de coerción y que esta solo se aplicaría cuando exista marcadamente el peligro de fuga, más del 60 % de la población carcelaria en Najayo Hombres es preventiva, y en Najayo Mujeres de unas 287 internas sólo 71 han sido condenadas.
Sea en un nuevo modelo o no, la vida de una persona cambia al pasar por la puerta de la prisión, la de sus familiares cambia, su mundo circundante cambia, su estatuto de libertad es vulnerado.

Ojalá que algún día dichas cifras muestren un resultado más positivo y que verdaderamente los que estén allí internos sea por la razón de que fueron condenados mediante un sentencia con el carácter de la cosa irrevocablemente juzgada.

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